Propaganda, relato y memoria colectiva en la guerra

(Publicado en Revista del Ateneo de Cáceres 2022 – Monográfico sobre la guerra)

Introducción

La guerra es uno de los fenómenos sociales más regulares en la historia, y la actividad a la que hemos dedicado nuestros mejores esfuerzos, creatividad y entusiasmo como humanidad, afirma Flabián Nievas1. Irónicas palabras para un fenómeno tan destructivo, que ha evolucionado en devastación y crueldad de forma paralela al grado de civilización alcanzado. Es innegable el poder transformador de las guerras en las esferas económica, política, social y cultural, y su capacidad de marcar el devenir de la historia de los pueblos, sociedades y territorios. La huella de lo bélico está muy presente en nuestra vida: en nombres de calles, estaciones de transportes, novelas, cuadros, cómics o videojuegos2.

Según Garay y Ramos3, en las últimas décadas se ha impuesto una comprensión de la guerra como un producto cultural. Si antes de percibía como un mal omnipresente, constante e inevitable, ahora se ve como un fenómeno alternativo, evitable. Predomina una corriente historiográfica de una historia de los conflictos, de la violencia y la paz, sobre las viejas apologías de la guerra romántica y descriptiva.

Tiempos difíciles de Nikolay Sergeevich Prisekin

La mayoría de nosotros no hemos experimentado de manera directa un conflicto armado. Conocemos las guerras pasadas por su huella en nuestro entorno, por el testimonio de nuestros antepasados o familiares directos, por documentales y libros de historia, por su recreación en la literatura, el cine o el arte, por su reflejo en la fotografía. Y visualizamos las guerras presentes casi en tiempo real, a través de la televisión, redes sociales y otros medios en un escenario sobresaturado de (des)información.

La guerra de Ucrania ocupa estos días el centro de la agenda informativa por su cercanía geográfica, sus implicaciones económicas para España y Europa y su significancia geopolítica, además de por el propio drama humano asociado.    

Relato y memoria colectiva

A lo largo de la historia, cada bando en la guerra se ha preocupado por elaborar un relato que explique y justifique sus acciones, con el fin de animar a las tropas, suscitar el apoyo popular o conseguir recursos. Para ello es imprescindible establecer un “nosotros” contra “ellos”, y viceversa. Claudio Gallegos cita la tendencia a enmarcar la guerra en la lógica binaria: buenos y malos, lo sagrado y lo profano, lo racional y lo irracional. “Esa mirada, con su propia narrativa, se presenta como la única forma discursiva capaz de legitimar de manera exitosa el sacrificio colectivo”4.

La construcción de un relato sobre la guerra sedimenta en la memoria histórica colectiva. Las representaciones sociales —como código compartido de significaciones que ayuda a interpretar el mundo— de los hechos pasados articulan el imaginario social común, cómo percibimos el pasado, cómo construimos nuestra identidad social y sistema de valores, y cómo proyectamos el futuro. Esta memoria colectiva incluye un recuerdo y un olvido selectivos de los hechos pasados.

Las historias que contamos sobre las guerras, como las propias guerras, son producto de las acciones humanas. Por eso es importante, subraya Paul Steege, que al examinar el pasado prestemos atención a cómo las personas cuentan sus historias y no solo a lo que cuentan5. El historiador Javier Rodrigo afirma que nuestra relación con el pasado es, en muchas ocasiones, el resultado de la construcción de una narración valorativa en busca de una coherencia en los hechos y una unión artificial de causas y efectos: de la selección moral previa de los elementos que se alinean para convertirse en coherentes. Las guerras (en concreto las guerras civiles) son hechos privilegiados para la producción de memoria, en los que se dan procesos de derrocamiento del orden existente y creación de nuevas condiciones de vida, así como el establecimiento de héroes míticos y de villanos enemigos6.

La producción de memoria colectiva es el resultado del cómo se cuentan los hechos; cómo se cuenta la historia. Un trabajo de representación y transmisión que arrastra una serie de sesgos, como explican Sosa, Natapof y Zubieta7:

  • El sesgo bélico: implica que los sucesos más mencionados están relacionados con guerras, revoluciones y política. La II Guerra Mundial es uno de los hechos históricos más presentes en la memoria histórica, y Hitler es el personaje más evocado y con la evaluación más negativa.
  • El sesgo eurocéntrico/americano: predomina la evocación de eventos relacionados con la historia occidental.
  • El sesgo nostálgico: se recuerdan y califican como positivos los eventos lejanos en el tiempo.
  • El sesgo de recencia: se consideran como sucesos más importantes a los ocurridos en los últimos años.
  • El sesgo sociocéntrico: se les otorga a eventos nacionales una relevancia a nivel mundial. Uno de estos eventos es para nosotros la Guerra Civil.

Nuestra Guerra Civil

El catedrático Enrique Moradiellos, Premio Nacional de Historia 2017 por Historia mínima de la Guerra Civil española, manifestaba en una entrevista para Descubrir la Historia8 su oposición crítica hacia las dos visiones míticas y maniqueas que han dominado la historiografía sobre esta contienda. Para el autor, la visión de la guerra como gesta heroica de “buenos” contra “malos” fue esencialmente un mito de combate apropiado para los tiempos de lucha binaria y la deslegitimación del enemigo inmoral; mientras la visión de la guerra como locura trágica de responsabilidad compartida fue un mito necesario para la reconciliación nacional en décadas posteriores.

La Ley de Memoria Democrática, recientemente aprobada en el Congreso de los Diputados, ha devuelto la cuestión de la Guerra Civil a la actualidad. Una ley que pretende mejorar la Ley de Memoria Histórica (2007), y cuyo objeto es “la recuperación, salvaguarda y difusión de la Memoria Democrática con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las distintas generaciones en torno a los principios, valores y libertades constitucionales.” Así como “el reconocimiento de los que padecieron persecución o violencia por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta la promulgación de la Constitución Española de 1978. Se trata de promover su reparación moral y recuperar su memoria e incluye el repudio y condena del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior Dictadura franquista.9. Sin descartar sus buenas intenciones, la ley ha recibido críticas por, entre otros aspectos, no mencionar a las víctimas del bando republicano en la Guerra Civil o tratar de imponer una lectura determinada de la historia.

Revisar la historia

Pero la memoria colectiva sobre guerras, conflictos o procesos de colonización o conquista no es inmune al paso del tiempo. En los últimos años, se han atacado y/o derribado estatuas de figuras históricas en varios países americanos. Figuras como Cristóbal Colón, a las que se acusan de dominación, esclavitud o genocidio, y que para algunos simbolizan la opresión, la desigualdad o el colonialismo10. También se han producido otras acciones, tan significativas pero menos destructivas: un grupo de activistas vistió en Bolivia la estatua de Isabel la Católica con prendas típicas de las cholas o mujeres indígenas andinas11.

Revisar la historia supone alumbrar sucesos desconocidos o incómodos para la retórica de buenos y malos o héroes y villanos. La toma de Berlín en 1945 por los aliados representa uno de los ejes del relato histórico sobre la derrota del régimen nazi y el papel heroico de, principalmente, los soldados estadounidenses y soviéticos. La “victoria final” en Europa pasó a la historia como el fin de una pesadilla y el comienzo de un nuevo periodo, el de la reconstrucción y la paz. Pero la realidad es más compleja. La historiadora Miriam Gebhardt expone en su libro Als die Soldaten kamen (Cuando llegaron los soldados) que cientos de miles de mujeres fueron víctimas de violaciones tras la toma de Berlín (hasta 860.000, según sus cálculos) a manos de los soldados rusos, norteamericanos, franceses e ingleses. Según Gebhardt, la violencia contra las mujeres duró hasta el final de la ocupación en 195512.

Propaganda y guerra psicológica

El análisis de la propaganda y la guerra psicológica nos ayuda a entender cómo se construye la memoria y las representaciones sociales sobre la guerra.

La propaganda bélica tiene como objetivo influir en las emociones, razonamientos y comportamiento de la población. Los gobiernos se esfuerzan en restringir lo más posible la información alternativa a la propia, y difundir la versión propia como la verdadera. Buscan dominar la producción de sentido. En la historia reciente, EE.UU. fundamentó la respuesta militar a los ataques del 11-S presentando a Afganistán como albergue de los terroristas y a Irak como poseedor de armas de destrucción masiva.

La guerra psicológica comprende el conjunto de actividades de propaganda de guerra u operaciones psicológicas (también conocidas como psy-ops) aplicadas contra el enemigo. La desmoralización del contrario mediante acciones militares de choque —como los bombardeos atómicos sobre Japón en 1945— o la justificación de la guerra a través de eventos de bandera falsa son estrategias de guerra psicológica. El hundimiento del buque USS Maine en La Habana en 1898 es considerado un atentando de falsa bandera por amplios sectores de la historiografía. Atribuido a un ataque español, desencadenó la guerra con Estados Unidos, conflicto que culminó con la pérdida de Cuba como colonia española.

En nuestra época, los medios de comunicación masiva juegan un papel inequívoco en la interpretación de la realidad en torno a una guerra o necesidad de esta. En la sociedad tecnológica actual, donde el paradigma comunicativo de los medios de masas del siglo XX va dando paso a un escenario de comunicación multidireccional y atomizado, los grandes medios o grupos de interés encuentran nuevas vías para la propaganda y la manipulación psicológica de la población y la conformación de la opinión pública. Igual que el consumidor medio —como comprador de bienes y servicios— no actúa racionalmente, el receptor de mensajes tampoco se orienta de manera totalmente racional, sino también emocional, lo que facilita la influencia y manipulación del comportamiento y el pensamiento de la población en el ecosistema informativo. El coronel y experto en geopolítica Pedro Baños explora esta cuestión en El dominio mental (Ariel, 2020).

En su ensayo previo Así se domina el mundo (Ariel, 2017), centrado en las claves de la geopolítica internacional, Baños enumera las geoestrategias de dominio empleadas de manera recurrente a lo largo de la historia —entre naciones o pueblos en conflicto y de los gobiernos a la población—, muchas de las cuales corresponden a la guerra psicológica y la propaganda13:

  • La intimidación: la amenaza del empleo de la fuerza como instrumento de disuasión. Tras la II GM, la Guerra Fría se caracterizó por la amenaza latente entre los dos bloques, simbolizada por el temido botón nuclear.
  • El arte de engañar: encubrir los propósitos de las acciones bélicas bajo causas humanitarias o la fabricación de enemigos.
  • El fomento de la división (“divide y vencerás”): Baños señala cómo el Imperio Británico mantuvo las fronteras regionales en la India para evitar que se unieran por su independencia, la cual se produjo finalmente en 1947. 
  • La dominación indirecta a través del arte y la cultura: como la del cine norteamericano y la labor propagandística de Hollywood, al presentar una visión maniqueísta de buenos y malos en innumerables títulos de cine bélico o relacionado con la seguridad nacional.
  • La dominación por el miedo: los ciudadanos ceden sus derechos y libertades a cambio de la seguridad que les promete el gobierno.
  • La repetición de una mentira hasta la saciedad, hasta que la población la tome por cierta. Es uno de los principios de Goebbels en el régimen nazi. La masacre de Katyn, retratada en la película Katyn (Andrzej Wajda, 2007), también ilustra este principio. 22.000 militares y civiles polacos fueron ejecutados de manera programada entre abril y mayo de 1940, tras la invasión soviética de Polonia de 1939. Stalin atribuyó la matanza al régimen nazi, hasta que cayó la URSS y se demostró la autoría de la policía secreta soviética.
  • La tergiversación mediática de la realidad bélica: ocultar las verdaderas razones e intereses para entrar en guerra, presentar la guerra como justa e inevitable, prometer una victoria rápida, demonizar al adversario.

La propaganda en la Gran Guerra

El comienzo de las operaciones de guerra psicológica moderna se sitúa en la I Guerra Mundial, una época en que se había extendido la alfabetización en la población de las sociedades occidentales y se podían difundir masivamente periódicos, pasquines y, sobre todo, carteles. Casi todos los países involucrados en la guerra utilizaron alguna forma de propaganda en sus estrategias y sus tácticas, y la mayoría de ellos organizaron unidades militares especializadas en esa actividad14.

Ante la inminencia de la Gran Guerra, los Estados activaron los mecanismos necesarios para que los hombres se alistaran voluntariamente en la lucha. Para convencerlos de ir luchar, matar y morir por su nación, era preciso fomentar la identificación fraterna con la patria, exaltar el nacionalismo y la lealtad frente al enemigo15.

Gracias al desarrollo de la publicidad gráfica desde finales del siglo XIX, el cartel se convirtió en un excelente instrumento de propaganda política para llegar de manera directa y masiva a la población. El conocido cartel del Tío Sam con el lema “I want you for U.S. Army” tiene su antecesor en el cartel británico de 1914 en el que el Lord Kitchener, ministro de Guerra británico, señala con el acusador dedo índice a quien lo está mirando, exigiendo su alistamiento.

Junto a la maquinaria bélica, se desplegó otra de dimensiones colosales: la maquinaria informativa. La guerra debía ganarse también en el frente doméstico, y las autoridades de los respectivos países trataron de dosificar y manipular la información a su antojo. La manipulación y la ocultación amansó a la ciudadanía, la animó a proseguir en un estado permanente de guerra y consiguió una adhesión casi inquebrantable a las acciones suicidas de sus propios gobiernos.

Lloyd George, ministro de Hacienda británico por entonces, articuló el War Propaganda Bureau inicios de septiembre de 1914, apenas dos meses después de estallar la guerra. Esta iniciativa reunió a prestigioso grupo de literatos —Conan Doyle, Chesterton, Kipling y H.G. Wells, entre otros— con el propósito de que su pluma sirviese a la causa aliada. Este comité produjo panfletos y libros de propaganda con el fin principal de desacreditar al enemigo alemán. Conan Doyle como Kipling se retiraron del Bureau tras la muerte de sus sendos hijos en combate16.  

El estudio de la propaganda

Todo el aparato de propaganda que florece en la I Guerra Mundial corre parejo al desarrollo de la psicología de masas y las teorías sobre comunicación de la época, como los estudios sobre la manipulación a cargo de Harold Laswell, cuyo modelo explicativo de los medios de masas —“Quién dice qué, a quién, a través de qué canal y con qué efecto”— se convertiría posteriormente en uno de los grandes paradigmas de la comunicación. También cabe mencionar los trabajos de Lord Ponsonby y Edward Bernays.

En su libro Principes élémentaires de propagande de guerre (Principios elementales de la propaganda de guerra) la historiadora Anne Morelli sistematizó los principios propagandísticos utilizados por los Aliados (Rusia, Francia, Reino Unido y Estados Unidos) contra las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria), que el político pacifista inglés Lord Arthur Ponsonby recogió en su libro Falsehood in War-Time: Propaganda Lies of the First World War (La falsedad en tiempo de guerra: Las mentiras de la propaganda de la Primera Guerra Mundial), de 1928. Son los siguientes17:

  1. “Nosotros no queremos la guerra.”
  2. “El enemigo es el único responsable de la guerra.”
  3. “El enemigo es un ser execrable.”
  4. “Pretendemos nobles fines.”
  5. “El enemigo comete atrocidades voluntariamente. Lo nuestro son errores involuntarios.”
  6. “El enemigo utiliza armas no autorizadas.”
  7. “Nosotros sufrimos pocas pérdidas. Las del enemigo son enormes.”
  8. “Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa.”
  9. “Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime.”
  10. “Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores.”

El mismo año 1928 se publicó Propaganda (1928), obra pionera de Edward Bernays (sobrino de S. Freud), donde se define la propaganda como “el intento consecuente y duradero de crear o dar forma a los acontecimientos con el objetivo de influir sobre las relaciones del público con una empresa, idea o grupo”. Bernays cita las investigaciones previas sobre psicología de masas y comunicación de G. Le Bon y W. Lippmann, entre otros, acerca de los impulsos y emociones que motivan el comportamiento grupal frente al individuo aislado, y expone el potencial de estos hallazgos para la manipulación de la opinión pública y el desarrollo de las técnicas de propaganda. Afirma que la voz del pueblo se compone de “prejuicios heredados y símbolos, lugares comunes y latiguillos que los líderes de opinión suministran a la gente18. Un juicio que hoy, casi cien años después, no suena descabellado.

En su libro cita el caso de los hospitales para los evacuados del frente en Gran Bretaña durante la I GM. Estos centros recibieron críticas porque no atendían de manera prolongada a los heridos. “Cuando se les cambió el nombre por el de Destacamentos para evacuados, las críticas se desvanecieron. Nadie esperaba más que un tratamiento de emergencia de una institución con semejante nombre.” Un ejemplo del uso del lenguaje para moldear las percepciones.

El estudio de la propaganda política, bélica y comercial, así como la psicología social, con figuras como Kurt Lewin, experimentó un amplio desarrollo en las décadas de los años 20 y 30 del siglo XX. Es llamativo el caso del Instituto de Análisis de Propaganda, organización con sede en Estados Unidos creada en 1937, que tenía entre sus objetivos la promoción del pensamiento crítico frente al aumento exponencial de la propaganda. Cuando estalló la II Guerra Mundial, dos años más tarde, todos los gobiernos aliados necesitaban emplear los más modernos mecanismos de propaganda y guerra psicológica. La labor del instituto se volvió entonces inconveniente, lo que llevó a su cierre en 1942.

En esta nueva guerra mundial, gobiernos como el alemán, de la mano de Goebbels, perfeccionaron las técnicas de manipulación de masas hasta niveles nunca vistos. Aldous Huxley, autor de la célebre novela distópica A brave new world (Un mundo feliz) de 1932, título siempre citado en los análisis del control y dominación social contemporáneos —junto a 1984 (George Orwell, 1949)—, publicó en 1958 A brave new world revisited (traducida como Nueva visita a un mundo feliz), donde examina la evolución de la sociedad con relación a los planteamientos de su novela inicial19. En el libro, señala que Hitler creía que el comportamiento de las masas está determinado los sentimientos e impulsos inconscientes, no por el conocimiento y la razón. “(…) esos millones de seres perplejos, frustrados y crónicamente angustiados. Para hacerlos más masa todavía, más homogéneamente subhumanos, los reunía, por miles y decenas de miles, en vastos locales y estadios, donde el individuo podía perder su identidad personal y hasta su humanidad elemental y quedar fusionado con la multitud.” Huxley cita los adelantos técnicos que facilitan la labor propagandista de un dictador, y hace hincapié en la televisión, medio que en 1958 era un elemento clave en la comunicación. Dice que, gracias al progreso tecnológico, el Gran Hermano —utilizando la expresión de Orwell— “(…) puede actualmente ser casi tan ubicuo como Dios. (…) Se ha trabajado mucho desde la época de Hitler en esos campos de la psicología y la neurología aplicadas que son el dominio especial del propagandista: el doctrinante y el lavador de cerebros.

A. Huxley en 1947

Un salto hasta la guerra de Ucrania

Como hemos visto, en todo conflicto bélico el control de la información y la propaganda se convierten en un arma de guerra, la cual se libra también a golpe de palabras, imágenes, discursos. Los poderes y los grupos de interés e influencia se sirven de los medios de comunicación para diseminar una “verdad oficial” que se acepte y normalice en la opinión pública20. Asistimos a la guerra de Ucrania a través de nuestras pantallas, entre la sobreinformación, la crudeza, la simplificación y la incertidumbre por todos sus efectos político-económicos que afectan a nuestra vida cotidiana.

Disponemos de poca información sobre lo que conoce y opina la población rusa acerca de este conflicto, pero sabemos que Putin ha prohibido a los medios utilizar la palabra “guerra”, y usar en lugar el eufemismo «operación militar especial». Otro ejemplo del uso del lenguaje para construir un relato favorable a la acción bélica.

Sobre Zelensky, Stephen Langston afirma que las capacidades interpretativas del presidente de Ucrania son tan cruciales como la propaganda de guerra, y juegan un papel clave para ganar la batalla de la información21. Zelensky encarnó en la serie Servidor del pueblo  (2015) a un profesor que es inesperadamente elegido presidente. Cuatro años después, fue realmente elegido presidente del país. Según Langston, las habilidades requeridas a un actor son similares a la aptitudes de la función diplomática: saber comunicar y manejar las relaciones públicas.

En EE.UU., Ronald Reagan y Arnold Schwarzenegger desarrollaron su carrera actoral antes de llegar ambos a gobernador de California (y Reagan, a presidente años después). “¿Reagan? ¿El actor?”, exclamaba un incrédulo Doc en Regreso al futuro cuando Marty le decía en 1955 que Reagan era el presidente en 1985. El propio Donald Trump ha aparecido de manera esporádica (casi siempre haciendo de sí mismo) en películas y series, como Sexo en Nueva York, Solo en casa 2 o Zoolander, cuyo protagonista Ben Stiller acudió a su vez a visitar a Zelensky a Kiev hace unos meses.

Christian Salmon22 califica a Reagan como el rey del storytelling (el arte de contar historias) en la política de su época, al dotar magistralmente de peso a la narrativa y el relato en la información y comunicación gubernamental. La interpretación, la capacidad de resultar convincente, la importancia del mensaje, incluso sobre los hechos. Salmon cita a Karl Rove, asesor de G.W. Bush, quien afirmó que “nosotros creamos la realidad” frente a la “reality-based community” (refiriéndose al conjunto de personas que hacen juicios basándose en los hechos). El triunfo actual del storytelling y la ficcionalización de la realidad se inscribe en la tradición de manipulación de las mentes, y se corresponde a lo que hoy se conoce como posverdad, que el Diccionario de la RAE define como “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.

La propaganda y la manipulación psicológica son armas de guerra y contribuyen a construir la(s) historia(s). La memoria colectiva se basa en representaciones compartidas sobre eventos pasados, y tiene una dimensión emocional que permite la acción de los mecanismos de persuasión. Esta memoria depende de la pervivencia de un relato compartido, construido alrededor de hechos, ficciones e intereses.

La complejidad de la información y comunicación en la sociedad digital hiperconectada supone un reto para aquellos grupos e individuos interesados en la elaboración, transmisión e imposición de una narrativa sobre un hecho social. Se multiplican los emisores de información y los puntos de vista, y predomina la rapidez, brevedad, cantidad y fugacidad de las informaciones. En esta arena, hoy se libra otro tipo de guerra, conocida como la “batalla por el relato”.

BIBLIOGRAFÍA

1 Nievas, F. (2009) Sociología de la guerra. Redes.com, No. 5, pp. 25-48.

2 Cucci, G. (2022) La psicología de la guerra. La Civilta Cattolica. https://www.laciviltacattolica.es/2022/04/22/la-psicologia-de-la-guerra/

3 Garay, C., & Ramos, F. (2019). Una aproximación a los enfoques historiográficos anglosajones sobre las guerras del siglo XX, 1990-2018. Procesos Históricos, (36), pp. 135-151.

4 Gallegos, C. (2020). Guerra, Sociología y Sociología de la guerra. Revisión teórica y aportes metodológicos. Revista de Ciencias Sociales (Cr), 2(168).

5 Steege, P. (2017). Telling war stories. Medium. https://medium.com/hindsights/telling-war-stories-47eabd2444c9

6 Rodrigo, J. (2015). Furia e historia. Una aproximación a los relatos de las guerras civiles europeas (1919-49). Amnis. Revue d’études des sociétés et cultures contemporaines Europe/Amérique.

7 Sosa, F. M., Natapof, D. G., & Zubieta, E. M. (2017). Representaciones Sociales de la Segunda Guerra Mundial: Valores y Dominancia social. Psicodebate, Vol. 17, No. 2, diciembre 2017 – mayo 2018.

8 López Franco, Á. (2018). Enrique Moradiellos: «La tarea de la historiografía es ofrecer una lectura interpretativa superadora de las simplificaciones maniqueas y monocausales». Descrubrir la Historia. https://descubrirlahistoria.es/2018/08/la-tarea-de-la-historiografia-es-ofrecer-una-lectura-interpretativa-superadora-de-las-simplificaciones-maniqueas-y-monocausales/

9 Consejo de Ministros. Gobierno de España. Proyecto de Ley de Memoria Democrática (2021). https://www.lamoncloa.gob.es/consejodeministros/Paginas/enlaces/200721-enlace-memoria.aspx

10 Traverso, E. (2020) Derribar estatuas no borra la historia, nos hace verla con más claridad. Nueva sociedad. https://www.nuso.org/articulo/estatuas-historia-memoria/

11 Sánchez Alvarado, L. F. (2021) Estatuas que caen: una disputa sobre la memoria. https://uniandes.edu.co/es/noticias/historia-lenguaje-y-cultura/caida-de-estatuas-una-disputa-sobre-la-memoria

12 Carbajosa, A. (2020). La penúltima batalla de las perdedoras de la guerra. El País. https://elpais.com/internacional/2020-05-07/la-penultima-batalla-de-las-perdedoras-de-la-guerra.html

13 Baños, P. (2017). Así se domina el mundo: desvelando las claves del poder mundial. Ariel.

14 Peña Galbán, L. Y., Casas Rodríguez, L., & Mena Fernández, M. (2009). La Guerra Psicológica contemporánea conceptos esenciales y características. Humanidades Médicas, 9(2), 0-0.

15 Bacchiega, J. (2014). La propaganda gráfica como arma psicológica en el transcurso de la Gran Guerra. Revista Relaciones Internacionales, No. 47 (Segmento Digital).

16 González Cuadra, X. (2009). La máquina de la mentira: el War Propaganda Bureau. La Gran Guerra 1914-1918. http://lagranguerra1914-1918.blogspot.com/2009/11/la-maquina-de-la-mentira-el-war.html

17 Wikipedia. Falsehood in War-Time. https://en.wikipedia.org/wiki/Falsehood_in_War-Time

18 Bernays, E. (2008 [1928]). Propaganda. Melusina.

19 Huxley, A. (1985 [1958]). Nueva visita a un mundo feliz. Seix Barral.

20 Verzi Rangel, Á. (2022) La guerra, los buenos, los malos y la manipulación mediática. Rebelión. https://rebelion.org/la-guerra-los-buenos-los-malos-y-la-manipulacion-mediatica/

21 Langston, S. (2022). Volodymyr Zelensky: how acting prepared the Ukrainian president for the role of his life. The Conversation. https://theconversation.com/volodymyr-zelensky-how-acting-prepared-the-ukrainian-president-for-the-role-of-his-life-178955

22 Salmon. C. (2008) Storytelling. Península.